“Por supuesto que voy a votar a favor del allanamiento a la casa de Cristina Kirchner”, dijo Camau y una vez más pavoneó su miserable forma cínica de ser.
Eso es Camau. Hipócrita. Falso. Cobarde. Poco hombre para aguantar. Sin resistencia y capaz de traicionar en menos de un canto de gallo.
La historia por lo pronto lo viene condenando. No en vano nunca pudo llegar a la medalla de oro. Falto de mérito.
Cuando su compañero de travesías en el deporte, Santiago Lange, reemplazó a Camau y lo que es peor eligió a una mujer para procurar, ganó y fue de oro.
Su forma de ser traicionera siempre ubicó segundón al correntino.
Desagradecido por naturaleza.
Hueco de convicciones y sin margen para alcanzar un objetivo de primera abandonó el deporte. Se llamó a retiro.
Ahí se volcó a la política y de la mano de su mentora Cristina Kirchner prepoteó a todos los peronistas de Corrientes hasta que fue sindicado para el sillón de Ferré en aquella provincia feudal.
Llegó a la intendencia de la Capital y la manteca al techo para “transformar” la ciudad derramó en bolsos.
Adoró, defendió, idolatró y festejó toda bandera “nacional y popular” que caía a Corrientes proveniente desde la Nación.
Se cansó de aplaudir a Boudou cuando el Vice llegaba a la siesta solo para tocar la guitarra con aduladores fervientes abajo del ostentoso escenario.
De su boca salieron loas a favor de “Nestor y Cristina“ que transformaron el País en la cuna del modelo “progresista, nacional y popular”.
Pero se probó dos veces el saco que le puso el kirchnerismo para comandar la provincia y a las claras, le quedó demasiado grande. Fracasó y se quedó con las ganas.
Ya para ese entonces la kk firmaba su defunción en el país, aunque usó la última escalera para llegar al Senado de la Nación y hoy desde allí desconocer a sus mentores, negar su pasado escueto y hasta ofrecerse como variante de CAMBIEMOS en Corrientes.
Pasarán los años, pero el olor de esa gallina podrida al cuelo ningún jabón del bueno podrá quitar. Después la memoria frágil del Argentino lo hará?
