Estás solo. Así se te ve. Te lo buscaste. Conformaste un gobierno con secretarios privados incapaces de decirte pío. Apenas los pusiste de adorno en alguna conferencia; ni saludaron. Reconociste que no están a la altura de las circunstancias pero siguen estando.
No la viste venir porque China queda lejos. Pero el mundo es un pañuelo. El día que dramatizaste la llegada del dengue sabiendo que desde hace 10 años es un partido ganado, te tocó el coronavirus, y nos tocó a todos, y nos sigue tocando.
Pensaste que la ibas a sacar de taco y la metiste en contra.
Cuando te pedían a gritos la cuarentena te empecinaste en abrir todo de par en par. Suspender las clases de antemano es tu mayor orgullo. Pero lo hiciste cuando las escuelas ya estaban cerradas por los padres y el paro docente.
Te opusiste al uso del barbijo, nos mandaste a lavarnos las manos y tu gobierno hizo campaña para desestimarlo, hasta que lo decretaste obligatorio pero ya era tarde. Hoy es la principal y casi única medida de prevención del contagio.
En 80 días diste 160 conferencias de prensa de 40 minutos y otras tantas entrevistas igual de extensas en los medios gubernamentales. Quizás hayan sido interesantes, nunca lo sabremos, porque a tanto blablablá nadie prestó atención.
Mientras, los titulares pasaron de “El Gobierno desmiente rumores de coronavirus” a “Superamos la barrera de los mil” y “62 muertos en Chaco”. Temíamos el colapso de los hospitales y ahora tememos el colapso de los cementerios.
En vez de medidas sanitarias y políticas aplicaste fórmulas logarítmicas con resultados exitosos. Y todos los días estrenás métodos, índices, tasas, palabras en inglés. Creás comisiones de seguimiento. Dibujás curvas. Y dibujás.
Repetís que “la tasa de duplicación de casos es la diferencial inversa de la tasa de contagio”. Y basaste la estrategia contra la pandemia en esas fórmulas. Pero calculás mal la primera y la segunda directamente no existe.
Tu primera tasa de duplicación de caso era de 3,5 días y tu meta de 10,2. Hoy es de 35 días. Ergo: estamos 10 veces mejor que al principio. Pero para cumplir tu objetivo calculás la tasa en función de los casos acumulados.
Así, tu calculadora dice que 1028 infectados es mejor que 10, y 62 muertos mejor que 1. Nunca vas a reconocer un error: “Hay distintos métodos, esto puede variar”, admitiste a sabiendas de que los factores no alteran el producto.
El ritmo de duplicación es sólo un dato para estimar cantidad de casos en determinado tiempo.
Para trazar proyecciones se divide un período de referencia definido arbitrariamente pero con criterios objetivos, por otro similar observado. Y habiendo estadísticas se toma un tramo de la curva y se avanza hasta duplicarlo en casos o tiempo, según qué busquemos.
La tasa de contagio no puede ser inversamente proporcional a la tasa de duplicación ni a nada. Porque el número de contagios no se pude determinar, apenas presumir, porque las características del coronavirus lo torna intangible.
Para tus curvas “contagio” es igual a “caso confirmado”. Pero no es lo mismo. Y caso confirmado no es igual a “caso positivo”.
Sabemos cuántos son los casos positivos confirmados por laboratorio, más los positivos con diagnóstico clínico aunque no figuren en la curva. Pero los positivos no diagnosticados y los asintomáticos son una incógnita que es imprescindible develar para obtener la “tasa de contagio”.
Despejar la equis sólo es posible testeando. Pero la estrategia fracasó. Sólo se analizan sintomáticos, entendiendo que analizar contactos estrechos o asintomáticos es desperdiciar los escasos reactivos, cuando en realidad es exactamente al revés.
Ante la escasez de insumos y teniendo en cuenta que la base del tratamiento es sólo aislamiento, se debe actuar por exceso: diagnosticar clínicamente a los sintomáticos y destinar los reactivos a contactos y asintomáticos del entorno del paciente.
Descifrar la clave de los asintomáticos es urgente. La lógica dice que son el “vector” de los casos autóctonos o, como se dice oficialmente, “sin vínculo epidemiológico comprobado”.
El “caso cero” y hasta ahora caso único en Presidencia Roque Sáenz Peña puede ser un ejemplo: dio positivo sin contacto con zonas o personas infectadas. Hay 4 hipótesis: caso plantado, caso falso, contagio por contacto con asintomáticos, magia.
Ante la evidencia te defendiste comparando la cantidad de testeos por millón de habitantes de Chaco con otras provincias. Pero más testeos no es sinónimo de mejor gestión, ni de peor. La cantidad de testeos es (debe ser) proporcional a la magnitud de la pandemia.
Te comparaste con Italia, España, Estados Unidos, pero no hablás de Corrientes, Misiones o Formosa. Culpás de nuestros males a Macri que “destruyó la salud pública” de Carrillo y Perón pero a las otras provincias no les va tan mal como a nosotros.
Los primeros días de mayo el Presidente de la Nación decretó que la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense seguían en Fase 3, pero les dio la llave al resto de los gobernadores para que llevaran a sus provincias a un lugar seguro.
Canchero, pusiste la cuarta y amenazaste con la quinta. Tu instinto de supervivencia política te ordenó un rebaje cuando íbamos a estrellarnos. Y aunque digas que avanzamos nunca fuimos a ningún lado.
Ínterin, fracasaron las campañas del líder exitoso, de las medidas oportunas, acertadas y ejemplares, la responsabilizar a la gente y a la oposición, y fracasará la de culpar a la prensa que no podés comprar ni apretar.
El Gobierno nacional vino a remolcarnos. Hace un mes te dejaron manejar, ahora sentate atrás. Por Darío Zarco |